Al inicio de cada temporada de incendios forestales nos gusta intentar anticipar qué tal va a ir el verano. Lo cierto es que solemos ser muy pesimistas, pocas veces nos atrevemos a decir que tendremos un verano sin incendios complicados. La incertidumbre de lo que pueda pasar a lo largo de cuatro meses nos lleva a ponernos casi siempre en el peor de los escenarios.
A grandes rasgos, podemos decir que hay correlación entre los índices de sequía al principio de la campaña y el comportamiento de los incendios. Si empezamos con un índice de sequía alto («tonos rojizos»), la vegetación ya arrastra una sequía previa y empezaremos con incendios complicados que se volverán muy complicados con las sucesivas olas de calor. Este fue el caso del año 2012, uno de los peores años que hemos tenido.

Por otro lado, empezar una campaña con un índice de sequía bajo («tonos azules»), implica que el suelo todavía retiene humedad, que el paisaje mantiene el verdor y, por tanto, tendremos incendios no demasiado complicados. La evolución de dicha sequía, especialmente durante las olas de calor, marcará la complejidad de los incendios a mediados y finales del verano. En 2020 empezamos con mucha humedad en el suelo y se terminó con un año muy tranquilo de incendios forestales en casi toda la península.

Así que este año empezaremos en un término medio, dependiendo mucho de la zona. Si le sumamos que está lloviendo ahora y está prevista para los próximos días más lluvia en muchas partes del país, es previsible un buen comienzo.
Y luego, que venga lo que toque.