Los que llevamos ya unas cuantas campañas a cuestas lo notamos. Recordamos cuando pasar por una población era agachar la cabeza, tratando de esquivar esas miradas de reproche, a veces incluso algo peor. Éramos el objetivo del malestar y la frustración de los afectados.
Por eso, quizá, nos emocionan tanto las muestras de agradecimiento. El sonido de los aplausos nos llega entre incredulidad y satisfacción. Es nuestro trabajo, repetimos una y otra vez.
Pero nos gusta, no podemos evitarlo. Nos da fuerzas para seguir y hace que todo esto, a pesar de los pesares, merezca la pena.
Mil gracias.
